miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sobre el talento... y sus circunstancias

La distancia entre pregonar y dar trigo es enorme, más en Navarra y, sobre todo, si nos encontramos en uno de los momentos que más incertidumbres presenta.

Sin embargo, no nos podemos permitir ninguna distracción con fuegos de artificio y, mucho menos, pensar que alguien ajeno a nosotros pueda sacarnos las castañas del fuego.

La elucubración, continúa y sin que suponga ningún tipo de compromiso, es una de nuestras tradiciones más arraigadas. 


Otra, muy similar a la que hemos descrito, es subestimar y deslegitimar el esfuerzo de quien ha decidido, con sus fortalezas y debilidades, afrontar su proyecto personal. 

Entonces, las conversaciones se llenan de maledicencias donde no sólo se destacan los puntos más negativos sino que, directamente, se augura un fracaso inmediato de quien ha decidido dar el primer paso.

Así somos. Sin embargo, como emprendedor en ciernes, si hay algo que me escama es eso de que “España sufre un grave proceso de descapitalización de su talento”. 


Como si los que nos quedáramos por aquí sufriéramos algún tipo de tara mental o incapacidad física para generar riqueza. 

Bien es cierto que el fenómeno es tan cierto como que quien lo dice son esas mismas “voces autorizadas” que, a lo largo de su trayectoria vital, han dado muestras de sobra de su iniciativa empresarial. Es decir, ninguna.

Ahora, el Gobierno de Navarra ha anunciado un proyecto para retener el talento y puede que esta medida sea o no efectiva. 


Eso sólo se podrá decir después de que pase un tiempo prudencial y, sobre todo, si esa primera decisión del Ejecutivo foral va acompañada de otra serie de medidas en la misma dirección. 

La fundamental, facilitar la competencia, la entrada de nuevas ideas y oportunidades que regeneren el aire viciado que se respira en algunas partes de esta pequeña región.

La otra, ya más personal, dependerá de las capacidades de cada uno de resistir y concentrarse. 


Porque vivimos un período de tales inquietudes que nadie, y menos el promotor de un negocio, puede permitirse una mínima distracción en lo que debe ser lo más importante para él: su proyecto de negocio. 

Ahí, el único responsable de su desarrollo y crecimiento o; por el contrario, de su hundimiento, es sólo uno mismo ni más ni menos. 

Que no se olvide tanto para quien está por la labor de aportar como para del “yo ya lo sabía” que siempre aparece en los momentos de infortunio.

 

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